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Ansiedad, estrés, depresión, fiebre, falta de atención, baja autoestima y temor a la soledad son algunas de conductas que adopta un niño o un adolescente al ser víctima del matoneo.
Verbal, directo, indirecto, social y digital, esas son las modalidades mediante las que este tipo de acoso es practicado entre niños y jóvenes y que, por lo general, se presenta en las instituciones educativas. En el bullying, las agresiones van de la mano con el aislamiento, la discriminación y la no inclusión de la víctima en las situaciones propias de la vida escolar.
De acuerdo con expertos, la familia incide en que los jóvenes puedan adoptar conductas de agresor o victimario. Con frecuencia, el agresor vive en hogar en donde no se imponen reglas ni límites y existe poco control. A diferencia de la víctima que, normalmente, puede pertenecer a hogares sobreprotectores que conlleva al menor a no desarrollar habilidades sociales y de interacción.
“Para erradicar esta práctica, es muy importante que las familias trabajen en la formación de niños con inteligencia emocional, que manifiesten sus sentimientos, que piensen en su propio estado de ánimo y en el de los demás, que sean solidarios y que no tengan temor de hablar con sus padres”, asegura Astrid Triana Cifuentes, decana de la facultad de psicología de la Fundación Universitaria Sanitas.
Por esta razón, la experta sugiere tener en cuenta las siguientes señales para identificar si tu hijo es víctima de acoso.